Por quinto año consecutivo, Minerva Foods legitima su gestión ambiental al conquistar el Sello de Oro en su Inventario Corporativo de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en el Programa Brasileño GHG Protocol. El reconocimiento no solo fortalece la imagen de la marca, sino que también demuestra que la sostenibilidad y la rentabilidad pueden y deben ir de la mano. El compromiso de Minerva Foods en adoptar prácticas sostenibles es cada vez más imprescindible, especialmente en un mercado que demanda acciones ambientalmente responsables.
Desde 2015, la Compañía se ha empeñado en la adopción de las mejores prácticas internacionales, divulgando anualmente su Inventario Corporativo de Emisiones de GEI. Con esta iniciativa, la empresa estableció metas claras para dirigir su transición hacia una economía de bajo carbono. El Programa Brasileño GHG Protocol, gestionado por el Centro de Estudios en Sostenibilidad de la Fundación Getúlio Vargas, permite que las empresas cuantifiquen sus emisiones de forma confiable, y el Sello de Oro se concede a aquellas que presentan inventarios completos y verificados por terceros.
“La conquista del Sello de Oro está directamente relacionada con nuestro trabajo en crear un inventario corporativo anual que abarca los alcances 1, 2 y 3, auditado por terceros independientes”, destaca Tamara Lopes, gerente ejecutiva del área de sostenibilidad de Minerva Foods. “Esto refuerza nuestra responsabilidad ambiental y señala al mercado nuestro compromiso con la transparencia y la sostenibilidad, factores que se traducen en ventajas competitivas en este mercado”.

Además del ambiente regulatorio, Minerva Foods se comprometió a alcanzar emisiones netas cero hasta 2035, 15 años antes de lo establecido en el Acuerdo de París. Para ello, se definieron tres grandes ejes de actuación:
- Ecoeficiencia en las operaciones controladas;
- Verificación de la deforestación ilegal en la cadena de valor y;
- Desarrollo del Programa Renove en fincas asociadas. Este programa promueve prácticas de baja emisión de carbono en fincas proveedoras, utilizando metodologías reconocidas para medir el balance de carbono y ya presenta resultados visibles, como la comercialización de productos con certificación de carbono neutro, atendiendo la creciente demanda del mercado internacional.

Las prácticas sostenibles contribuyen a mitigar riesgos operativos y a anticipar y cumplir con las exigencias de regulaciones relacionadas. “A largo plazo, invirtiendo en energía limpia y reducción de residuos, por ejemplo, logramos disminuir costos de producción e incluso generar nuevas fuentes de ingresos”, complementa Tamara. “Al anticiparnos a todos estos cambios, minimizamos los riesgos regulatorios y también ampliamos nuestra capacidad de mantener y acceder a nuevos mercados.”
En un escenario climático incierto y de transición hacia una economía más sostenible, iniciativas estructuradas como estas, enfocadas en innovación, eficiencia y transparencia, ya marcan y seguirán marcando la diferencia para garantizar un futuro más equilibrado para todos.