La Integración Agricultura-Ganadería-Bosque (ILPF) es una estrategia que concilia diferentes sistemas de producción en propiedades de pequeña, mediana y gran escala para optimizar el uso de la tierra, elevar los resultados y generar más empleo e ingresos en el campo. Sus principios han estado mejorando la calidad de los sistemas agropecuarios en el país y ayudando a aumentar la capacidad de producción de carne, además de fortalecer la resiliencia de la cadena agropecuaria.
La solución es resultado de la búsqueda del ámbito científico de sistemas sostenibles para superar el desafío de aumentar la producción agrícola, lo cual es necesario para satisfacer la demanda de alimentos, pero sin degradar el medio ambiente. La buena noticia es que las técnicas empleadas no solo permiten este equilibrio entre producción y preservación ambiental, sino que también se han mostrado eficientes en agregar productividad a la ganadería de carne.
Además, en un escenario en el que Brasil avanza en la construcción de un mercado regulado de carbono, aprobado en 2024 por el Congreso Nacional, el potencial de la ILPF como estrategia de mitigación de emisiones de GEI en el campo también se destaca. Al hacer que las propiedades rurales sean más sostenibles y aptas para la generación de créditos de carbono, el sistema sitúa a la agropecuaria en el centro del esfuerzo nacional para enfrentar el cambio climático y cumplir compromisos internacionales como el Acuerdo de París, además de ampliar el acceso brasileño al mercado global de carbono a través de unidades productoras aptas para recibir créditos de carbono para su comercialización, generando una fuente de ingresos extra para el negocio.
ILPF: estrategia brasileña para el Acuerdo de París
Por todas sus ventajas, la ILPF fue reconocida como proceso tecnológico sostenible para la agricultura brasileña a través de la Política Nacional de Integración Agricultura-Ganadería-Bosque, en 2013, y su ampliación forma parte de las metas brasileñas voluntarias asumidas en el Acuerdo de París: la de ampliar los sistemas de ILPF a 5 millones de hectáreas hasta 2030, lo cual ya se logró en 2020. Con el Plan de Adaptación y Baja Emisión de Carbono en la Agricultura – ABC+ – plan sectorial del gobierno para el clima en la agropecuaria publicado en 2021 – la nueva meta es alcanzar los 10,1 millones de hectáreas hasta 2030.
Según información de la Red ILPF –asociación de colaboración público-privada entre Embrapa, la cooperativa Cocamar, Bradesco, John Deere, Soesp, Suzano, Syngenta y Timac Agro–, cerca de 17 millones de hectáreas adoptan la producción vía ILPF, de un total de 208 millones de hectáreas. Aunque la meta se haya alcanzado 10 años antes del plazo, el número representa solo cerca del 8% del total del área, concentrados, principalmente, en Mato Grosso do Sul, Mato Grosso, Rio Grande do Sul, Minas Gerais y Goiás, aunque también hay producción en estados como São Paulo y Rio de Janeiro.
Las perspectivas de expansión, sin embargo, son generosas. Según la asociación, Brasil posee 160 millones de hectáreas de pastizales que pueden ser convertidas a este sistema productivo. Es por eso que, como destacó el presidente de la Mesa Brasileña de la Ganadería Sostenible, Sergio Schuler, en un artículo publicado en el Portal DBO, Brasil posee “un potencial significativo” para generar créditos de carbono certificados, que pueden ser comercializados en mercados nacionales e internacionales.
Su vasta extensión territorial y su gran rebaño bovino conforman un escenario de oportunidades ante la necesidad de preservación del medio ambiente y combate al cambio climático. Con la ILPF, hay presencia de árboles en pastizales, lo que contribuye a la mitigación de emisiones de GEI de diferentes formas.
La relación más directa es a través de su proceso natural de fotosíntesis, que consiste en capturar de la atmósfera el CO₂ (dióxido de carbono) –uno de los GEI– y almacenarlo en la madera, hojas y suelo, a cambio de oxígeno. La acumulación de carbono en los árboles podría generar créditos de carbono para el productor, como mostró una investigación de Embrapa Sudeste. Durante ocho años, se monitorearon dos tipos de sistemas: uno silvopastoril, de consorcio de los árboles con el ganado; y otro agropastoril renovado con el cultivo de maíz. La conclusión fue que ambos sistemas proporcionaron acumulación de carbono y, consecuentemente, mitigación de la producción de metano por los animales.
De forma indirecta, se reduce la necesidad de abrir nuevas áreas de pastizales, evitando la deforestación, ya que la ILPF mejora la eficiencia del uso de la tierra, aumentando la productividad. Es decir, más producción en una misma área. Finalmente, esta intensificación productiva sostenible mejora la alimentación del ganado. Al alimentarse de pastizales más nutritivos, tiene una digestión más eficiente y, consecuentemente, una menor emisión de metano, además de crecer más rápido y en condiciones de mayor confort térmico proporcionado por el microclima generado por el follaje de los árboles.
En vísperas de la COP30, que se realizará en Belém do Pará, este potencial adquiere aún más relevancia geopolítica y económica. La conferencia debe situar en el centro del debate global las soluciones basadas en la naturaleza, como la reforestación productiva y los mecanismos de mercado para la financiación de la transición verde — áreas en las que Brasil puede destacarse a través de la ILPF. La adopción de esta estrategia puede servir como escaparate para mostrar que es posible alinear la expansión de la producción agropecuaria con la descarbonización de la economía rural, un tema relevante en las negociaciones climáticas de la próxima década.
Por estas razones, además de ser uno de los objetivos brasileños en el Acuerdo de París por sí misma, la ILPF también contribuye a otras importantes metas asumidas por Brasil en el tratado internacional sobre cambio climático firmado en 2015:
- Reducir en un 37% las emisiones de GEI hasta 2025 en relación con los niveles de 2005 (con indicación de una reducción del 43% hasta 2030). La actualización más reciente de la meta se realizó durante la COP29, celebrada en noviembre de 2024, cuando el País presentó su nueva Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) con el compromiso de reducir las emisiones de GEI entre un 59% y un 67% hasta 2035, en comparación con 2005.
- Restaurar y reforestar 12 millones de hectáreas de bosques hasta 2030. Meta reafirmada en 2024 con el lanzamiento de la nueva versión del Plan Nacional de Recuperación de la Vegetación Nativa (Planaveg 2.0), presentada oficialmente como compromiso del país en el Acuerdo de París.
- De acuerdo con el Plan ABC+, la meta de recuperación de pastizales degradados fue actualizada, pasando de 15 millones de hectáreas a 30 millones de hectáreas de 2020 a 2030. Sin embargo, a través del Decreto nº 11.815/2023, se creó en diciembre de 2023 el Programa Nacional de Conversión de Pastizales Degradados en Sistemas de Producción Agropecuarios y Forestales Sostenibles (PNCPD), que estableció una ambición nacional mayor: recuperar y/o convertir hasta 40 millones de hectáreas en 10 años, es decir, hasta 2033.
Casos de éxito y pionerismo
En una iniciativa pionera, Minerva Foods, ya en 2020 y 2021, llevó a cabo un estudio en colaboración con el Instituto de Manejo y Certificación Forestal y Agrícola (Imaflora). El proyecto fue el primero en recopilar datos primarios para medir el balance de carbono de 25 haciendas proveedoras en cinco países de América del Sur y cinco biomas diferentes. Los resultados, divulgados en la COP 26, revelaron que las haciendas participantes emitían, en promedio, un 44% menos de GEI que el promedio mundial, que se estima en 19.9 toneladas de CO₂ por tonelada de carne producida (tCO2e).
Una de las participantes del estudio, la Hacienda Corumbiara, en Rondônia, se mostró como un caso de éxito de cómo la integración agricultura-ganadería puede reducir significativamente las emisiones de carbono en la ganadería. Con 16,8 mil hectáreas y más de 20 mil cabezas de ganado, la Hacienda tenía cerca del 30% del área abierta, utilizada para el cultivo de granos que alimentan al ganado en el confinamiento. Tras la cosecha, el mismo espacio se convierte en pastizal, maximizando el uso del suelo, reduciendo costos y mitigando emisiones. Otro diferencial es el manejo cerrado, en el cual los animales nacen y completan todo el ciclo de producción dentro de la propia hacienda.
El resultado de estas prácticas fue significativo: la intensidad de emisiones registrada fue de 11,53 tCO₂e por tonelada de carne producida —un 42% por debajo del promedio mundial. El balance total de la propiedad fue de 33.609,2 toneladas de CO₂e. Aunque todavía positivo, el índice confirma que la combinación de estrategias de manejo e integración de sistemas puede reducir de forma consistente el balance entre emisiones y remociones de carbono de la atmósfera.
La medición siguió una metodología alineada con las directrices globales del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) 2019 y del GHG Protocol, con recolección directa de datos en las propiedades y análisis validado por una plataforma digital para garantizar transparencia.
En el mismo estudio, la Hacienda Santa Elena, en Colombia —que adopta prácticas de conservación de especies nativas— alcanzó un balance de carbono negativo, con -533,3 toneladas de CO₂e y una intensidad de emisiones un 45% menor que el promedio global. Estos resultados refuerzan que la integración productiva, aliada al manejo sostenible, es una vía concreta para que la ganadería reduzca sus emisiones y se aproxime a la neutralidad de carbono.
Creado en 2021, el Programa Renove es una de las principales estrategias de la empresa para ello, centrándose en la reducción de las emisiones provenientes de su cadena de valor. La iniciativa actúa precisamente en los tres pilares que el presidente de la Mesa Brasileña de la Ganadería Sostenible, Sergio Schuler, menciona como obstáculos para el esperado crecimiento de la ILPF: falta de acceso al crédito, a información técnica y a capacitación. Para él, sin embargo, políticas públicas eficaces e incentivos gubernamentales también son esenciales para estimular la adopción de prácticas sostenibles en todo el territorio nacional, contribuyendo a que la ganadería brasileña se consolide como un caso de éxito mundial de sostenibilidad.
Iniciativas como esta refuerzan la importancia de demostrar, durante la COP30, que es posible producir con bajas emisiones; este es, incluso, uno de los temas que abordará la Compañía durante su participación en el evento. Casos concretos del sector privado brasileño —como el de Minerva Foods— pueden ser cruciales para consolidar la imagen de Brasil como protagonista en la agricultura sostenible global y ampliar el acceso del País al mercado internacional de créditos de carbono.