¿Cómo Brasil reduce las emisiones de GEI por kilo de carne?

Conjunto abrangente de técnicas permite não só a redução das emissões, como também melhora a produtividade.

Por Rafael Motta el 15 de octubre, 2025

Actualizado: 15/10/2025 - 16:23

Rebaño de ganado en un área de plantación de árboles, representando prácticas agrícolas que impactan las emisiones de carbono y el medio ambiente.
ILPF (Foto: Minerva Foods)

Debido a innumerables estrategias adoptadas a lo largo de las últimas décadas, Brasil se ha convertido en uno de los actores más relevantes en la exportación de carne. El año 2024 fue histórico, con el hito de 2,89 millones de toneladas de carne exportada a 157 países (28% del mercado internacional), según un estudio realizado por ApexBrasil.

Uno de los motivos detrás de esto son los criterios de seguridad alimentaria. Las incidencias sanitarias no son comunes en el sector. En junio de este año, por ejemplo, Brasil recibió de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA) el reconocimiento de ser un país libre de fiebre aftosa sin vacunación, lo que amplía aún más el acceso a mercados internacionales más exigentes.

Las demandas internacionales, sin embargo, no se limitan a este aspecto: las cuestiones ambientales ya figuran como protagonistas entre los criterios de selección y calificación. En este contexto, se encuentra la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), directamente relacionadas con el cambio climático.

Plan Nacional sobre Cambio Climático, Plan Clima y la ganadería brasileña

El Plan Clima es un instrumento previsto en la Política Nacional sobre Cambio Climático (PNMC) orientada al combate del cambio climático y al cumplimiento de las metas de reducción de GEI asumidas por Brasil en acuerdos internacionales, como el Acuerdo de París, a través de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés). Por un lado, se enfoca en la reducción de las emisiones. Por otro, busca medios para aumentar la resiliencia del país, preparándolo para los impactos inevitables del cambio climático.

Para alcanzar estos objetivos, se elaboran planes sectoriales que abordan las especificidades de cada área de la economía y la sociedad. Es el caso del Plan ABC+ (Plan Sectorial de Adaptación y Baja Emisión de Carbono en la Agropecuaria), que incentiva prácticas de producción más sostenibles y de baja emisión de carbono en el sector.

Aunque a menudo desafiantes por las inversiones necesarias, las prácticas sostenibles ya adoptadas demuestran que, además de contribuir al plan nacional y mitigar el cambio climático, también generan importantes ganancias de eficiencia, evidenciando la esencia del concepto de sostenibilidad. A continuación, se presentan las principales soluciones adoptadas para reducir las emisiones de carbono de la ganadería bovina en Brasil.

El éxito de la integración

También llamada agrosilvopastoril, la Integración Cultivo-Ganadería-Bosque (ILPF) combina diferentes sistemas de producción en la misma área: agrícola, ganadero y forestal, es decir, el cultivo de granos y oleaginosas, ganado de corte o leche y plantación de especies comerciales o nativas. Con la unión de estos componentes, la práctica de la ILPF contribuye a la mitigación de los GEI, ya que posibilita el aumento del secuestro de carbono por los árboles y el suelo a través de su proceso natural de fotosíntesis. Es decir, los árboles funcionan como “esponjas”, absorbiendo el dióxido de carbono de la atmósfera y almacenándolo en su biomasa (tronco, ramas, hojas y raíces) en un proceso conocido como secuestro de carbono en la biomasa.

El balance de carbono también se optimiza con la mejora de la materia orgánica del suelo, ya que la cobertura vegetal continua permite que este actúe como un gran reservorio de carbono. Según el estudio de WRI Brasil, la ILPF “mejora el clima local y la calidad del suelo”, aumentando el stock de carbono y reduciendo eventos climáticos extremos. Se trata de un intento de mejorar alrededor de 69 millones de hectáreas degradadas en el país, impactadas por metodologías anteriores de aprovechamiento del ecosistema.

Si se adopta la rotación de cultivos, el efecto positivo es aún mayor. Esto se debe a que la alternancia de cultivos impide la degradación del suelo, manteniendo su fertilidad natural. De esta forma, se reduce la necesidad del uso de fertilizantes sintéticos, cuya producción es intensiva en carbono. Este factor también contribuye a la reducción de la liberación de óxido nitroso a la atmósfera, otro tipo de gas de efecto invernadero, ya que la aplicación de fertilizantes nitrogenados sintéticos aumenta la cantidad de nitrógeno disponible en el suelo, que, cuando no es totalmente absorbido por las plantas, se pierde a la atmósfera en forma de óxido nitroso (N₂O).

Si se adopta la rotación de cultivos, el efecto positivo es aún mayor. Esto se debe a que la alternancia de cultivos impide la degradación del suelo, manteniendo su fertilidad natural. De esta forma, se reduce la necesidad del uso de fertilizantes sintéticos, cuya producción es intensiva en carbono. Este factor también contribuye a la reducción de la liberación de óxido nitroso a la atmósfera, otro tipo de gas de efecto invernadero, ya que la aplicación de fertilizantes nitrogenados sintéticos aumenta la cantidad de nitrógeno disponible en el suelo, que, cuando no es totalmente absorbido por las plantas, se pierde a la atmósfera en forma de óxido nitroso (N₂O).

Además, al producir alimento para el ganado y cultivos alimentarios en la misma tierra, se disminuye la presión por el uso de nuevas áreas. Por cada hectárea de producción integrada, se pueden sustituir entre dos y tres hectáreas de pastoreo extensivo, sistema de manejo de áreas de pasto en el que el objetivo principal es maximizar la extensión de tierra utilizada para la producción de forraje, manteniendo la intervención humana y los insumos al mínimo. Además, la presencia de bosque ofrece sombra, protección contra el viento y alivio térmico al ganado.

Por este conjunto de factores, el Programa ABC+ estima que la implantación de la ILPF en 4 millones de hectáreas evitó entre 18 y 22 millones de tCO2eq (toneladas de CO2 equivalente).

Alimentación y su papel en la reducción de la emisión de metano

Planta de biogás, simbolizando práticas sustentáveis na produção de energia para reduzir as emissões de carbono e o impacto ambiental.
Foto: Dmitry Naumov/ Shutterstock

El metano (CH4) es otro tipo de gas de efecto invernadero. En la ganadería, puede ser emitido por los excrementos de los animales, cuando no se manejan correctamente, o por el proceso digestivo.

Para la primera situación, el uso de biodigestores es una solución capaz de transformar los excrementos en energía y fertilizante para uso en la propia granja productora.

En un modelo de economía circular, los productores utilizan el gas metano generado para calentar el agua del ordeño, cocinar o alimentar generadores, o incluso para la producción de biofertilizante para su aplicación en cultivos y pastos, disminuyendo la dependencia de fertilizantes químicos, sus costos financieros e impactos ambientales.

Según el estudio “Biodigestor en confinamiento de ganado de corte”, publicado en la revista Aracê, la práctica también “ofrece una oportunidad para la diversificación de los ingresos en la propiedad”. El estudio presenta los ejemplos pioneros de las granjas Santa Alice, en Leópolis/PR, y São Domingos, en Cascavel/PR, cuya producción energética alcanza un promedio de 1,5 kW por animal por día, evidenciando una contribución significativa para la autosuficiencia energética de las propiedades.

Por otro lado, la emisión entérica de metano, es decir, proveniente del proceso digestivo de los animales, ha sido mitigada mediante el uso de aditivos alimentarios, también conocidos como inhibidores de metano, como el 3-nitrooxipropanol (3-NOP), mezclas de aceites esenciales y taninos, que pueden ser añadidos al pienso para inhibir las enzimas que producen metano en el rumen (parte del estómago) del animal.

Un estudio publicado en la revista científica Animals muestra reducciones significativas, en algunos casos, pudiendo llegar al 30% o más, dependiendo del aditivo y del sistema de producción.

El uso de prebióticos y probióticos también forma parte de las estrategias de mitigación, así como vacunas que se encuentran en fase de desarrollo, prometiendo una reducción de hasta el 15% de las emisiones de metano de la digestión bovina.

Forrajes de alta calidad y la alimentación del rebaño

En los sistemas integrados, el maíz, la soja y otras leguminosas producidos en las mismas propiedades donde se cría el ganado se incorporan como concentrados a la alimentación del rebaño. Elevar la proporción de concentrados en la dieta sustituye parte de las fibras del pasto por carbohidratos no fibrosos (almidón y azúcares), lo que cambia la fermentación ruminal, reduciendo la proporción de la energía dietética convertida a metano, como destaca Embrapa. Entre otros efectos, este es uno de los que hace de este tipo de dieta una forma de minimizar la producción de metano entérico.

“Las pérdidas de metano se muestran relativamente constantes para dietas que contienen de 30% a 40% de concentrado (6% a 7% de la energía bruta ingerida) y luego decrecen rápidamente a bajos valores (2% a 3% de la energía bruta ingerida) para dietas que contienen de 80% a 90% de concentrado”, cita el documento de Embrapa, haciendo referencia a diferentes estudios sobre el tema.

Incluso los residuos de cultivos (como paja y restos de cosecha) pueden ser introducidos en la dieta, lo que disminuye la necesidad de concentrados importados.

Selección genética

La selección genética es otra forma de aumentar la eficiencia de la ganadería de carne, impactando también en la reducción de las emisiones equivalentes por kilo de carne. Al favorecer genes ligados al crecimiento rápido y a la eficiencia alimentaria, los animales alcanzan el peso de sacrificio más temprano. Como muestra esta noticia, reducir la edad de sacrificio en solo 3 meses ya puede ahorrar más de 19 kg de metano emitido por animal. Además, programas que miden la emisión residual de metano ya comprueban que animales seleccionados para crecimiento rápido y eficiencia alimentaria produjeron un 30% menos de metano, sin perder rendimiento productivo.

Las emisiones disminuyen, las ganancias aumentan

En la Granja Santa Brígida, ubicada en Ipameri/GO, la implementación de la ILPF clásica aumentó la productividad diez veces, en un período de diez años, de 2,5 a 25 arrobas por hectárea por año, además de ganancias en la producción de soja y maíz.

Por su parte, la Granja Triqueda, en Juiz de Fora/MG, que adopta un sistema de ganadería regenerativa con bosque, neutralizó 27 mil toneladas de carbono en 400 hectáreas a lo largo de 14 años. Económicamente, la granja multiplicó su ingreso neto por tres, alcanzando R$ 1.100/ha/año, muy por encima del promedio nacional.

En Alexânia/GO, la Granja Santa Bárbara, con su sistema de Integración Cultivo-Ganadería (ILP) —utilizando maíz, braquiaria y ganado— vio su retorno prácticamente duplicarse en comparación con áreas que no utilizan la integración. La Tasa Interna de Retorno (TIR) en el área integrada fue casi el doble de la obtenida en el área exclusiva de cultivo.

En Santa Rita do Pardo/MS, la Granja Santa Vergínia se convirtió en la primera granja en Brasil en recibir la certificación con el protocolo de Embrapa operando con sistema integrado.

Finalmente, la Granja Brasil, en Barra do Garças/MT, obtuvo un retorno de R$0,89 por real invertido, superando en más de dos veces a la granja modal de la región, que registró un retorno de R$0,35.

La mayor parte de los casos se divulga en colaboración con la Red ILPF, una colaboración entre Embrapa, Bradesco, Cocamar, John Deere, Minerva Foods, Soesp, Suzano, Syngenta y Timac Agro, y muestran cómo la eficiencia es un vector estratégico de sostenibilidad.

Fuentes de referencia:


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