La esperanza de vida al nacer es la medida que describe sintéticamente la mortalidad en una población. Se estima que el 20-30% de la esperanza de vida humana está determinada por factores genéticos, y el 70-80% por factores ambientales. La esperanza de vida a los 5 años de edad está influenciada de manera similar por factores genéticos, mientras que excluye la mortalidad neonatal, infantil y de la primera infancia que depende fuertemente de factores ambientales, especialmente la higiene y los controles de infección. Estos porcentajes, sin embargo, no han recibido un consenso científico general. Lo que es más claro es la interacción genética/ambiental que informa la salud humana. La nutrición ofrece los medios para mejorar la salud y el bienestar y actúa como un factor predictivo significativo del envejecimiento saludable, por lo que aparece como uno de los principales determinantes de la esperanza de vida.
Estudios extensos sobre el papel de las dietas convencionales que contienen carne y de la dieta vegetariana (excluyendo la carne) en el aumento de nuestra esperanza de vida han sido controvertidos y circunstanciales. Desde el inicio del período Paleolítico, el consumo de carne (entendido como la ingesta de partes de cualquier cuerpo de animal) constituye una proporción de la dieta de los homínidos. Se ha argumentado que el consumo de carne, como un componente de alta calidad de la dieta de los homínidos, permitió aumentos en los tamaños del cuerpo y del cerebro, al mismo tiempo que permitió la reducción del tamaño del tracto gastrointestinal, produciendo proporciones típicamente humanas de peso cerebral/peso corporal aumentado.
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