El papel de América del Sur en la seguridad alimentaria y en la lucha contra el cambio climático

En un artículo, el CEO de Minerva, Fernando Queiroz, muestra el potencial del sector ganadero de la región como sistema alimentario de bajo carbono.

Por Fernando Queiroz em 8 de septiembre, 2025

Foto: Gabriel Gabino/ Shutterstock

La seguridad alimentaria es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad en este siglo. Según las Naciones Unidas, se espera que en 2050 la población mundial alcance casi los 10 mil millones de personas. Este crecimiento demográfico exigirá una mayor demanda de alimentos nutritivos, provenientes de sistemas alimentarios sostenibles. Por lo tanto, la seguridad alimentaria no se limita solo a satisfacer las necesidades actuales, sino también a garantizar la resiliencia de los sistemas agrícolas a largo plazo. Prueba de ello es que las empresas alimentarias están apostando cada vez más por la agricultura regenerativa. De acuerdo con BloombergNEF, el área destinada a la agricultura regenerativa puede alcanzar hasta 800 mil hectáreas por empresa, lo que representa una inversión total de hasta US$ 16 millones. Así, las empresas que suministran materias primas agrícolas al mundo tienen un papel crucial en el apoyo a sus cadenas de suministro, a medida que se transforman en sistemas productivos resilientes, sostenibles y eficientes.

El papel de la proteína animal

La proteína animal desempeña un papel esencial en la seguridad alimentaria y en el suministro de dietas nutritivas para personas de todo el mundo. Se estima que la demanda de carne en Asia alcance los 221 millones de toneladas en 2050, lo que representa un aumento del 77% en relación con 2010.

América del Sur tiene un gran potencial para la producción de carne de manera sostenible. La región se beneficia de lluvias abundantes, lo que reduce la necesidad de irrigación y conserva los recursos hídricos; Además, el ganado criado en pastizales es mantenido por sistemas de pastoreo naturales, lo que reduce el impacto ambiental negativo de la ganadería.

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Un ejemplo de sistema productivo tropical sostenible es la integración de ganadería, cultivos y bosques en una misma área. Estos sistemas implican la rotación de componentes dentro de la misma área, aportando beneficios mutuos. Por ejemplo, los árboles proporcionan sombra y protegen al ganado contra el viento, mejorando el bienestar animal y la productividad. A cambio, el ganado proporciona estiércol, que mejora la fertilidad del suelo para los cultivos y los árboles.

Además, la rotación de cultivos y pastizales interrumpe los ciclos de plagas y enfermedades y proporciona nutrientes al suelo, beneficiando aún más cada componente del sistema. Esta sinergia maximiza el uso productivo de la tierra, al mismo tiempo que mejora el bienestar de los animales, la salud del suelo y el secuestro de carbono. En Brasil, 17 millones de hectáreas son actualmente gestionadas con este tipo de sistemas integrados, un área casi equivalente a la de Portugal y Hungría sumadas. Las prácticas de agricultura de conservación, como la siembra directa, los cultivos de cobertura y la rotación de cultivos, se están volviendo cada vez más productivas, y los mejores sistemas de ganadería regenerativa aumentan la rentabilidad de las propiedades en casi un 300%, según Exagro.

Paralelamente, el sector ganadero es una industria capaz de aprovechar el potencial de los subproductos, minimizando los residuos y desbloqueando oportunidades para la producción de energías renovables. La transformación de residuos animales en biocombustibles, por ejemplo, convierte un potencial pasivo ambiental en un valioso activo. Los procesos avanzados de producción de biocombustibles, desarrollados por instituciones de investigación brasileñas, extraen energía de materiales orgánicos descartados. El combustible de aviación sostenible, derivado de estos procesos, tiene una huella de carbono mucho menor que el combustible de aviación convencional. La Unión Europea se ha comprometido a sustituir el 70% del combustible convencional por este biocombustible sostenible hasta 2050. Este enfoque de ciclo cerrado en la gestión de residuos contribuye a la transición más amplia hacia una economía de bajo carbono. Y a medida que esta transición ocurre, las fuentes de energía intensivas en carbono son sustituidas por energías renovables.

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Sin embargo, no podemos prescindir de los alimentos. Por lo tanto, es necesario incentivar un sistema alimentario de bajo carbono. El mercado de créditos de carbono basados en la naturaleza está surgiendo como un nuevo modelo de negocio para apoyar esta transformación. América del Sur tiene una gran ventaja comparativa como continente con el mayor potencial para secuestrar carbono por medio de soluciones basadas en la naturaleza, incluso en tierras productivas. Los proyectos de carbono en la región pueden apoyar la recuperación de áreas productivas degradadas, creando una infinidad de beneficios socioambientales. Estos proyectos aumentan la productividad y la renta rural, además de reducir la presión para ampliar las tierras productivas, mientras almacenan carbono en el suelo.

El secuestro de carbono en el suelo es una estrategia prometedora para combatir el cambio climático. Muchos científicos señalan el carbono presente en el suelo como un componente crítico en los esfuerzos de mitigación climática. Estudios demuestran que un aumento de solo el 1% en la masa de carbono del suelo en todas las tierras agrícolas secuestraría 311 gigatoneladas de CO2. Para contextualizar, el total de emisiones globales de gases de efecto invernadero en 2023 fue de 35,8 gigatoneladas de CO2. Solo Brasil tiene el potencial de almacenar hasta 1 mil millones de toneladas anuales de CO2 por medio de la restauración del paisaje. Esto ilustra el enorme potencial del secuestro de carbono en el suelo como una solución climática.

El desarrollo de créditos de carbono de alta calidad, en conformidad con las normas internacionales, crea incentivos financieros para la implementación a gran escala de prácticas agrícolas sostenibles. Al participar en programas de créditos de carbono, los productores rurales pueden generar una renta adicional, mientras contribuyen a la mitigación del cambio climático. Estos programas exigen un seguimiento y una verificación rigurosos para garantizar que las reducciones de emisiones reclamadas sean reales, medibles y permanentes. Los recursos generados por los créditos de carbono pueden ser reinvertidos en otras iniciativas de sostenibilidad, creando un ciclo de retroalimentación positiva que impulsa la mejora continua.

Las empresas que participan en la cadena de suministro de materias primas agrícolas tienen un papel fundamental en el apoyo a la transición hacia un sistema alimentario sostenible. Al invertir en prácticas y tecnologías sostenibles, estas empresas pueden impulsar un cambio positivo en toda la cadena de suministro y promover la colaboración entre las partes interesadas, creando un sector agrícola más resiliente y sostenible.

La integración de prácticas sostenibles en la producción agrícola es esencial para enfrentar el desafío de la seguridad alimentaria y mitigar el cambio climático. Las condiciones climáticas favorables de América del Sur, su baja dependencia de irrigación y los avances en tecnologías sostenibles colocan a la región a la vanguardia de la producción ganadera sostenible. Los sistemas integrados de ganadería, cultivos y bosques, junto con el uso de subproductos para energías renovables, ejemplifican el potencial para crear sistemas agrícolas eficientes y resilientes.

La aplicación a gran escala de prácticas agrícolas sostenibles no solo aborda las preocupaciones ambientales, sino que también promueve el desarrollo socioeconómico en todo el continente. El mercado de créditos de carbono basados en la naturaleza ofrece una vía prometedora para incentivar sistemas productivos de bajo carbono. Al adoptar prácticas y tecnologías sostenibles, el sector agrícola puede proporcionar alimentos nutritivos para una población mundial creciente, mientras preserva el medio ambiente y fomenta el desarrollo socioeconómico.

Fernando Queiroz

Presidente del grupo Minerva desde 2007, lideró la estrategia de expansión y diversificación geográfica de la Compañía y la creación de los negocios relacionados del grupo, incluyendo Minerva Energy, Minerva Biodiesel, Minerva Ingredients, Minerva Casings, Minerva Leather y MyCarbon, subsidiaria para la originación y comercialización de créditos de carbono. Licenciado en Administración de Empresas por la Fundação Getúlio Vargas (FGV) y especializado en Owner President Management por la Universidad de Harvard, trabaja en Minerva Foods desde 1992, año en que asumió la dirección comercial. Hoy, Minerva Foods, empresa de nutrición humana y principal marca del grupo, es líder en la exportación de carne bovina en América del Sur. Con unidades industriales en Brasil, Argentina, Colombia, Paraguay y Uruguay, además de fábricas especializadas en ovinos en Australia, exporta a más de 100 países, emplea a más de 23 mil personas y apoya a cerca de 15 mil productores en todo el mundo.