La reglamentación de la ley nº 15.042, que instituyó el Sistema Brasileño de Comercio de Emisiones (SBCE), marca un nuevo ciclo en el mercado de carbono brasileño y amplía las oportunidades de que el País (y el agro) sean parte de la solución a los desafíos climáticos globales. Este nuevo ciclo apenas comienza, con expectativa de consolidación en un plazo de, como mínimo, 5 años, basado en el historial de mercados más avanzados internacionalmente.
Un nuevo ciclo, de una historia de décadas
El mercado de carbono no es algo nuevo. Existe desde 1990, con mayor consolidación a partir de 2015. En 2023, según el State of the Voluntary Carbon Markets (SOCVCM), uno de los informes más respetados y tradicionales sobre el mercado voluntario de carbono en el mundo, se transaccionaron US$ 723 millones. En Brasil, sin embargo, entra en un nuevo ciclo, marcado por la ley que es la base del mercado regulado de carbono brasileño.
La nueva legislación establece directrices para limitar emisiones de gases de efecto invernadero en sectores específicos de la economía y crea el mecanismo de las Autorizaciones Brasileñas de Emisiones (ABE), que son los permisos negociables para que las empresas cumplan sus metas de reducción.
La implementación del sistema ahora depende de un proceso de reglamentación técnica, conducido por el Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático (MMA). Un primer paso ya se dio con la creación del organismo gestor del SBCE, que es la Secretaría Extraordinaria del Mercado de Carbono (SEMC), vinculada al Ministerio de Hacienda, instituida por el Decreto nº 12.677, de 15 de octubre de 2025.
Los próximos actos previstos incluyen la definición de los sectores que formarán parte del sistema y de los respectivos límites sectoriales de emisiones, la creación de la autoridad reguladora responsable de la supervisión, la estandarización de las métricas de cuantificación, el detalle de las reglas de MRV (monitoreo, reporte y verificación), la estructuración del mercado primario y secundario de ABEs y, por último, directrices para la integración con el mercado voluntario.
¿Quién será regulado?
La ley determina que todas las empresas o instalaciones que emitan por encima de un límite anual de emisiones, a ser definido en la reglamentación, entrarán obligatoriamente en el SBCE. Estas empresas tendrán metas de reducción y deberán entregar, año a año, las ABEs necesarias para demostrar conformidad.
La llamada agricultura “dentro de la cerca”, es decir, dentro de los límites de la explotación, fue excluida de esa obligatoriedad, decisión que reconoce la enorme heterogeneidad de las explotaciones rurales brasileñas y el riesgo de imponer costes regulatorios desproporcionados a pequeños y medianos productores. Eso no significa, sin embargo, que el agro esté fuera del sistema: toda la cadena aguas arriba (que suministra insumos y servicios para la producción primaria) y aguas abajo (que incluye las etapas posproducción) pueden ser reguladas, pues concentran emisiones más estandarizables y monitorizables.
De este modo, mientras frigoríficos, por ejemplo, pueden llegar a tener metas obligatorias, lo que puede resultar en la necesidad de compra de crédito para compensación, el productor rural puede vender créditos generados a partir de prácticas sostenibles, especialmente aquellas que remueven carbono del suelo o reducen emisiones a lo largo del sistema productivo.
Este es el contrapunto esencial: el ganadero está fuera de las obligaciones legales, pero en el centro de las oportunidades económicas, como destacó la directora global de sostenibilidad de Minerva Foods y de MyCarbon, Marta Giannichi, durante el Summit Agenda SP+Verde, organizado por el Gobierno de São Paulo, la Alcaldía de São Paulo y la Universidad de São Paulo (USP). “Cuando miramos el perfil de emisiones de diversos sectores, como la agroindustria, vemos que gran parte se encuentra en el alcance 3, es decir, en la cadena de valor. En nuestro caso, es esencial involucrar a los ganaderos en prácticas de menor emisión y mayor secuestro de carbono, pues ello reduce la huella de carbono y también puede generar renta para el productor”.
Ayudar al productor en ese proceso es uno de los objetivos del programa Renove, creado por Minerva Foods y también la visión que orienta la actuación de MyCarbon. Una de las iniciativas de la Compañía, destacada por la ejecutiva durante el evento, se desarrolla en asociación con la certificadora VERRA – VCS. Esto se hace a través de la metodología que incentiva el aumento de la producción agrícola y, al mismo tiempo, promueve el secuestro de carbono en el suelo. De esta manera, la cadena agrícola se vuelve transversal, contribuyendo a la seguridad alimentaria, la mitigación del cambio climático, la generación de activos sostenibles en el campo y ajustes de planes regulatorios en las diferentes esferas de sostenibilidad del país.
A partir de este proceso, que puede durar hasta 10 años, es posible generar dos tipos de crédito de carbono: el de remoción (cuando hay secuestro de carbono en el suelo) o el de reducción (cuando se reduce el impacto del sistema productivo).
Esto permite que el productor rural se beneficie tanto por la eficiencia productiva, más a corto plazo, incluso con impacto en una mayor competitividad en la medida en que pasa a estar apto para atender a un mercado global cada vez más exigente, como por la comercialización de créditos, más a largo plazo. “La agenda ambiental se está convirtiendo en una barrera comercial global. Mercados como el europeo ya exigen trazabilidad y compromisos de descarbonización. Estar preparado hoy es garantizar el acceso mañana”, complementa la ejecutiva.
Créditos de remoción y créditos de reducción: cómo funcionan

Los créditos de remoción (Carbon Removal Credits) se generan cuando hay una remoción efectiva de CO₂ de la atmósfera, con almacenamiento mensurable y adicional. Son ejemplos el incremento de carbono en el suelo por manejo sostenible, la reforestación y la regeneración natural, el aumento de la biomasa radicular y tecnologías de captura directa (DAC).
Son cruciales para neutralizar emisiones residuales —concepto central para el Net Zero, según la Science Based Targets initiative (SBTi) y el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).
Por su parte, los créditos de reducción (Avoided Emissions Credits) se generan cuando una actividad evita emisiones que se producirían en el escenario de referencia. Son ejemplos el aumento de la productividad de pasturas que reduce emisiones por kilo de carne; la mejora en la eficiencia en el uso de insumos; la sustitución de energía fósil por renovable; y el manejo nutricional que reduce el metano entérico.
Ambos tipos son válidos en el mercado voluntario, aunque el escenario global ha ido valorando, de forma progresiva, los créditos de remoción, por ser indispensables para el balance climático a largo plazo.
A medida que el mercado de carbono avanza, evidencia cuánto puede el agro ser parte fundamental de la solución a los desafíos climáticos globales. El productor, por su parte, deja de ser visto únicamente desde la óptica de las emisiones y pasa a ser reconocido como proveedor de servicios ambientales, capaz de mitigar impactos negativos y, más aún, generar impactos ambientales positivos, como los beneficios del carbono en el suelo.
Es precisamente esa capacidad de generar beneficios ambientales —mientras produce alimentos— la que coloca a Brasil en una posición destacada a nivel global. Según el informe de McKinsey, “el papel de Brasil en el cambio climático es un estudio de contrastes. Por un lado, el país es el sexto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, lo que equivale a cerca del 3% de las emisiones globales. Por otro lado, es probablemente el único país de tamaño continental capaz de volverse carbono negativo, convirtiéndose en indispensable para que el mundo alcance la meta de 1,5 grados Celsius (°C) establecida en el Acuerdo de París”.
Según el documento, las emisiones se concentran en el uso de la tierra, el cambio en el uso de la tierra y la silvicultura, siendo la deforestación ilegal el principal factor de emisión. Pero es también en ese segmento, que engloba todas las actividades y prácticas de manejo que resultan en cambios en los stocks de carbono en la biomasa y en los suelos existentes, así como en la liberación y secuestro de CO2 hacia/desde la atmósfera, donde está la forma más prometedora de descarbonizar el país mediante soluciones basadas en la naturaleza. “Además de una reducción de carbono, las NbS proporcionan una serie de externalidades positivas para la sociedad y el medio ambiente, incluida la protección de la biodiversidad, la seguridad hídrica, la creación de empleos y la generación de valor económico”, destaca el documento.
La estimación del Consejo Empresarial Brasileño para el Desarrollo Sostenible (Cebds) es que, hasta 2030, los ingresos potenciales de Brasil con el mercado de créditos de carbono alcancen los US$ 120 mil millones.
En un momento de transición regulatoria y de exigencias crecientes del mercado internacional, esta puede ser la ventaja estratégica que diferencie a Brasil en el escenario mundial. El mercado de carbono, lejos de ser una barrera, se convierte en una oportunidad para mostrar que la producción de alimentos y la conservación ambiental pueden ir de la mano.
Fuentes de referencia:
· AR6 Synthesis Report: Climate Change 2023
· Beyond net zero: Brazil’s massive opportunity to decarbonize the World
· ¿Cómo reduce Brasil las emisiones de GEI por kilo de carne?
· DECRETO Nº 12.677, DE 15 DE OCTUBRE DE 2025
· Estado del mercado voluntario de carbono 2024
· Manejo nutricional en el confinamiento garantiza eficiencia en la producción de ganado
· El papel de Brasil en la seguridad alimentaria global
· Sistema Brasileño de Comercio de Emisiones
· The Corporate Net-Zero Standard
· La transición verde desafía a los ganaderos pequeños y medianos
· La vacuna que reduce hasta un 15% las emisiones de metano por la digestión bovina debería llegar al mercado entre 2027 y 2030· VM0042 Improved Agricultural Land Management, v2.2



